A veces, siento que tengo una doble vida. Mi corazón parece estar partido en dos y una parte me la reservo, la escondo. La otra, en cambio, dejo que todos la vean. Sin miedo. A veces, aún así, cuesta. Cuesta mostrarle al mundo como verdaderamente eres. Siempre llevas contigo la constante preocupación del «qué dirán» y pocas veces puede uno librarse de ella.
No me parece malo tener miedo. Al fin y al cabo, es una cosa normal. Todos hemos sentido esa emoción en algún punto de nuestras vidas y no sé tú, pero mi objetivo no es ser una roca. Sin sentimientos.
Ya nos enseñó «Del Revés» ( O Inside Out mejor dicho) que todas las emociones son importantes. Que cuando te sientes como una mierda, no pasa nada si te pones una película cursi sentada al sofá y empiezas a llorar mientras te comes el poco helado que te queda en el congelador. No pasa nada si se te corre el maquillaje y entras al baño de cualquier sitio para arreglártelo. Para mantener las apariencias. Porque prefieres que nadie te vea en tus momentos más vulnerables. Prefieres que nadie te pregunte porque sabes que vas a mentir. Sabes que vas a responder el típico «estoy bien» y no quieres que la voz te falle cuando lo digas. Y lo comprendo. Yo también he tenido mis momentos tristes, no estoy siempre contenta, aunque me siento afortunada al decir que cada día me despierto con ganas de vivir.
¿Y sabes qué? A veces no pasa nada por llorar.
No pasa nada por mostrarte débil ante el espejo. Por admitir que estás hasta el gorro o mejor dicho, hasta los ovarios (por no decir cojones). Pocas son las personas que van en el metro, escuchando cualquier podcast para no escuchar esa vocecilla interior y rompen a llorar. Porque mostrarse débil siempre cuesta. Aunque a veces sea lo mejor, no es tan fácil. Es como en las redes sociales, ¿sabes? Pocos son los que se levantan por la mañana con la cara llena de legañas y publican la foto. Siempre se usan filtros y uno siempre quiere salir lo mejor posible. Esto es lo mismo. Llorar en público es difícil.
Y sientes que estás desnuda, que te van quitando la ropa poco a poco y que tus sentimientos quedan al descubierto, allí donde todos pueden verlos. Y si te sientes feliz, lo gritas a pleno pulmón. Si estás enamorada, quieres que todo el mundo lo sepa. Pero si estás triste, entonces callas.

El mundo desea demasiada perfección. Quiere que no tengas ningún fallo y a veces, llorar en público va bien. Solo a veces, las lágrimas que queman son el único camino para encontrarte de nuevo.
Palabras Cosidas