Quédate conmigo, no por nada en particular y al mismo tiempo, por demasiadas razones imposibles de que quepan todas, aunque esta hoja de «papel» sea extrañamente infinita. Las palabras siempre se terminan agotando, al igual que la paciencia, la felicidad y el amor.
Quédate conmigo, porque sin ti no soy nada. No es que mi existencia se reduzca a ti, no es que te pertenezca ni que quiera que me hagas tuya o lo que sea que se diga en este tipo de situaciones. No. De hecho, creo que le pertenezco más a la pizza, al helado y a las chuches que caen inevitablemente de vez en cuando. Empiezas con una y nunca terminas. No. Todo esto se debe más bien a la imagen que se dibuja en mi cabeza al pensar que ya no estarás conmigo. Es sombría, oscura, con tonos grises y expresiones que de alguna forma, dejan huella en el corazón.
El amor es lo más complicado del mundo. Lo he pensado mil veces y lo seguiré haciendo. Desafortunadamente, no viene con un manual de instrucciones. No puedo simplemente buscar los pasos para conseguir enamorar a la persona perfecta. No puedo crear una sencilla receta de cinco minutos.
Sería demasiado fácil entonces…
Tan solo tendría que añadir grandes cantidades de amabilidad, un poco de belleza exterior (que aunque muchos digan que eso no es lo que verdaderamente influye, sin duda ayuda) y una pizca de aventura. Cada uno se quedaría con su media naranja, su otra mitad. Quizás ni siquiera habrían baches por el camino, porque de eso se trata una pareja perfecta, ¿no? La perfección no incluye las complicaciones. Aunque, si te soy sincera, desde mi prespectiva, en la perfección también son aceptados los defectos.
En general, la vida sería fácil. No estaría escribiendo entradas cuando me sintiera inspirada y hablando sobre el amor. Una chica inexperta más, que busca que todo se le entregue en bandeja y que se levanta cualquier día, dándose cuenta de que el gran premio no viene solo. Para el premio, hay que trabajar.
Quédate conmigo, ya lo dice Pastora Soler. Se me van terminando las razones, aunque hay una que sobresalta. Te quiero. Siempre he tenido miedo de decir esas dos palabras en voz alta. Las veía en las películas y pensaba: Jo, que bonito sería vivirlo. Que bonito amar y ser amado, correspondido. Que el mundo deje de importarte una mierda y que la única razón por la que te levantes sea para recibir un beso más. Que esos besos sean alguna especie de motor y consigan encenderte. Y a partir de ahí… no frenarte nunca.
Por supuesto que una niña de cinco años no formaba sus pensamientos de esta forma y perdóname por haberlo editado. Podríamos decir que esto es una especie de carta. Soy demasiado aficionada a las cartas, especialmente las de amor. No es cobardía el expresar tus sentimientos a través de las palabras en vez de decirlo cara a cara. Es escoger la opción de ser poeta, un romántico y un cursi. ¿Para qué confesarte cara a cara, hecha un manojo de nervios cuando podrías hacerlo mediante una pluma y una hoja de papel? El amor me cansa y me frustra. Algunos dicen que está sobrevalorado, pero siempre terminan llegando otra vez de nuevo a este mundo sin salida. El que no desea enamorarse siempre es el raro del grupo, aunque quizás sea el más inteligente. Siempre será una lucha sin fin. Puede hacerte débil, puede hacerte fuerte. Todo depende de la situación, del momento y del lugar. Podrías escoger el amor, aunque dudo que lo hagas. Probablemente te haya cansado. No te culpo. A veces yo también me canso de ser simplemente yo. Y si me rechazas una vez más, me quedaré conmigo.
Al fin y al cabo, los amores van y vienen, pero yo nunca me voy.
Aunque me rompan el corazón mil veces, lo seguiré pegando con cola barata del chino una y otra vez. Por más lágrimas que derrame por todos mis amores, aún me quedarán más para las películas antiguas del sábado por la noche que encuentro por internet. Yo siempre estaré delante.
Y nunca pienso abandonarme.
Palabras Cosidas