Café caliente

Hay que estar en cuarentena. No es una pregunta ni una exclamación, es una simple afirmación que me desconcierta y me parte el alma. Yo, que siempre soy demasiado activa y me aburro facilmente. Yo, que tengo que quedar y salir, resumiendo: ver el mundo. Pero ya no puedo y me estoy preparando para noches en vela, dias no productivos y largas miradas a la pared, la cual será en unos dias mi mejor amiga. ¿Que triste, verdad? Tener que soportar todo esto y solo por un maldito virus. Un virus que hará cosas buenas por nosotros (relacionado con el cambio climático, claro) pero también cosas malas como por ejemplo, mi situación actual. Y es que unas semanas antes ni siquiera me paré a pensar en que esto podría llegar a ocurrir.

Y eso confirma mis peores miedos, lo que un ser humano es capaz de hacer, crear, etc. Cosas así no se pueden evitar, simplemente vienen y te pillan o bien por sorpresa o increíblemente armada. Pero yo no puedo curar esta pandemia, solo puedo retrasarla. Y tengo amigos que no están nada preocupados pensando que tan solo es una gripe. Pues, queridos amigos, el problema no está ahí. El problema está en los hospitales, que hay más pacientes que médicos y si tienes un accidente de moto, pues te aguantas ya que tienen que atender a los que tienen el covid-19 primero. Y se están quedando sin respiradores sumándole puntos. Así que, amiguitos, yo no me preocupo por los síntomas o por como me vaya a afectar, me preocupo por la gente que muere sin tener aún por lo menos ochenta años. Es muy triste eso, porque nadie quiere morirse antes de hora. Todos nos aferramos a la vida con un miedo infernal a la muerte. Tememos a la muerte porque no sabemos lo que hay después de ella. Probablemente nada, pero nadie quiere convertirse en polvo.

Este virus me a enseñado algunas cosillas. No tantas, porque en el fondo ya lo sabía todo pero nunca pude llegar a comprenderlo. Hay tantas cosas a las cuales no les presto importancia pero son demasiado importantes en verdad. Y ahora, tantas cosas hay que desearía hacer pero no puedo y eso me destroza por dentro. Se que lo único que haré en estos dias será escribir, bien, al menos eso no me lo quitan. Pero media libertad si. Y los amigos, eso si me lo quitan. Aunque todo serán videollamadas, no será lo mismo. Nada será lo mismo. Y menos si estás aburrida mirando la blanca pared. Otras cosas, en cambio, no me las van a quitar. El chocolate va que vuela (ya no queda) y los libros no me los quita ni Dios. Pero sobretodo el café caliente. Con un toque dulce y un poco amargo, con miel o con azúcar, con leche o bien cargado. Como sea, pero un buen café.

En los típicos momentos que no sabes que hacer, que te empiezas a morder las uñas sin parar. Ahí es cuando el café entra en acción y cambia nuestros cuerpos nerviosos a otros más relajados y pacientes. En estos momentos locos, lo que me queda es el buen café y pienso disfrutar de él lo que pueda. Y de la vida también. Que para eso la tengo, ¿no?

Palabras Cosidas


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